En
1453 la expansión musulmana había culminado con la toma de
Constantinopla pero, para el disgusto de los cristianos, su avance no
acabaría ahí. El Imperio Turco Otomano
cuidaba mucho su flota e hizo de ella el arma perfecta para boicotear,
a lo largo de todo el Mediterráneo, las rutas comerciales que unían a
Europa con Oriente. En 1522 Solimán el Magnífico
echó a los Caballeros de San Juan en Rodas, y en 1526 aplastó a los
húngaros, dejando todo preparado para una futura invasión de Europa.
Sin embargo, tras un largo asedio sobre Viena, Solimán tuvo que huir
tras ser expulsado. En contraposición, aseguró todavía más su control
sobre el Mediterraneo conquistando las plazas de Argel y Trípoli, y ya
en 1570 los otomanos se hacen con el control de Túnez mientras Salim II
toma Chipre, lo que provoca la reacción cristiana ante el riesgo de
invasión.
El
Papa Pío V, autor de la frase: “Me alzaré en armas contra el turco”,
llevaba años intentando formar La Liga Santa, que no prosperaba por la
diferencia de intereses de los participantes. Finalmente lo consiguió
reuniendo a las fuerzas de los Estados Pontificios, La República de
Venecia y España, reinada por Felipe II, al que le preocupaba perder las pertenencias del norte de África que había conquistado su padre, el emperador Carlos V.
La Liga Santa reunió un total de 80.000 hombres y una armada de 200
galeras, todas ellas congregadas en Messina (Sicilia), bajo el mando de
Don Juan de Austria, hermano por vía paterna de Felipe II y uno de los más grandes generales de la historia.
El
15 de septiembre de 1571, la flota cristiana partió hacia Cefalonia,
ante la noticia de que los musulmanes se había reunido en el Golfo de
Lepanto, sumando un total de 270 naves de guerra. El 7 de octubre del
mismo año, la flota cristiana consigue ver a la musulmana liderada por
Alí Pasha, Siroco, Kodja y Dragut, formando una posición estratégica
llamada de “media luna”, por lo que la española se formó
estratégicamente en 4 cuerpos distintos de la siguiente manera:
Juan Andrea Doria, con 54 galeras, en el cuerpo derecho.
Y el cuarto, como escuadra de socorro o de reserva, Don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, con otras 30 galeras.
Como
no podía ser de otra forma, Don Juan de Austria inició el combate naval
desde el centro, a cañonazo limpio contra los barcos de Ali Pashá, que
pierde 7 barcos en un momento. Como contraprestación, Pashá hace
avanzar sus naves frontalmente hacia Don Juan, en un acto
extremadamente heroíco que causa un choque espeluznante de cañonazos,
que a los pocos minutos llena el cielo de una humareda negra de
guerra. Sin embargo, la nave insignia de este cuerpo de musulmanes fue
tomada, haciendo que todo el cuerpo central de Pashá se retirase en
desbandada.
El
cuerpo derecho de los turcos, avanzó junto a las rocas de la costa para
así poder atacar a la nave principal de Barbarigo, la cual fue rodeada
por ocho naves de guerra turcas, que lograron capturar el barco y matar
a Barbarigo de un flechazo en un ojo. La línea izquierda turca, por su
lado, intentó rodear a la flota comandada por Andre Doria, así
consiguiendo romper en dos su fila de buques. Al mismo tiempo la
retaguardia cristiana de Santa Cruz acude a ayudar a Barbarigo,
haciendo que las naves otomanas que atacaban el flanco izquierdo
cristiano, se retiraran. Las naves de Andrea Doria,
fueron las más perjudicadas, y aún perdiendo su parte de la batalla,
consiguieron resistir hasta que llegó en su ayuda Don Juan. Tras más de
4 horas de batalla, la contienda se puso a favor de los cristianos, a
pesar de haber perdido 17 galeras y 8.000 hombres. Los turcos por su
lado, perdieron más de 25.000 hombres y la mayoría de sus naves fueron
destruidas o capturadas.
Con
esta derrota, el mito de la invencibilidad de la flota turca había
sufrido un serio varapalo, pero la flota se rehizo a cargo de Selim II,
sucesor de Soliman, y durante dos años consiguieron no meterse en
ninguna batalla y aliarse con los piratas berberiscos, asumiendo la
pérdida de Túnez y La Goleta en 1573, para luego contratacar con una
fuerza de entre 250 y 300 naves de guerra y un contingente de unos
100.000 hombres, así volviendo a apoderarse de ambos lugares. Sin
embargo, tras esta batalla, Felipe II empieza a preocuparse más por
conservar Flandes y Selim II por combatir a los persas, así firmando
una serie de treguas que permitieron la paz en el Mediterráneo durante
unos cuantos años.
Hay que recordar que el propio Cervantes combatió en Lepanto, y definió la batalla como: “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros“
La
expansión musulmana no se frenó con la toma de Constantinopla en 1453.
Bayaceto II convirtió la flota otomana en una elemento decisivo en la
política mediterránea, amenazando las rutas comerciales que enlazaban
el mundo cristiano con el oriental. Suleiman El Magnífico tomó la gran
fortaleza de Belgrado y expulsó a los caballeros de San Juan de la
plaza fuerte de Rodas. En 1526 aplastó a los húngaros, con lo que
dejaba el camino franco hacia el corazón de Europa, siendo expulsado de
Viena tras un largo asedio. Por mar, asentó el dominio musulmán tomando
las plazas de Argel y Trípoli. En 1570 el virrey de Argel se apodera de
Túnez y Selim II toma Chipre, lo que provocará la reacción cristiana
ante el riesgo de invasión. Bajo
el patrocinio del Papa Pío V, España, la república de Venecia y los
Estados Pontificios forman la Liga Santa, reuniendo un total de 80.000
hombres y más de doscientas embarcaciones de guerra, congregadas en
Messina bajo el mando de don Juan de Austria. El 15 de septiembre de
1571 la flota partió del puerto siciliano, dirigiéndose a la isla de
Cefalonia tras recibir la noticia de que en el golfo de Lepanto se
había reunido la flota turca, compuesta por unas 270 naves. Al
amanecer del 7 de octubre de 1571 la flota cristiana avistó a la turca
y don Juan dispuso sus naves en formación de combate. En el flanco
derecho se situaron las naves venecianas bajo el mando de Andrea
Barbárigo; en el izquierdo, la flota papal capitaneada por Andrea
Doria, mientras que en el centro quedó el grueso de la flota con Don
Juan de Austria al frente. En la retaguardia queda Santa Cruz. Los
turcos inicialmente se dispusieron en forma de media luna, separándose
rápidamente en tres secciones: en el centro la flota de Alí Pashá;
Mohamed Siroco en la derecha turca y Ulach Alí en el flanco izquierdo. Don
Juan abre la batalla disparando sus cañones contra las naves de Alí
Pasa, cayendo rápidamente al menos siete galeras turcas. Los turcos
responden haciendo avanzar su flanco central contra las naves de don
Juan, produciéndose una encarnizada batalla. Tomada la nave capitana el
centro musulmán se rompió y batió en retirada. El
flanco derecho turco, por su parte, navegó cercano a las rocas para
desbordar a las galeras venecianas de Barbárigo. Este fue rodeado por
ocho galeras enemigas y su buque insignia fue tomado. La ayuda de la
retaguardia cristiana provocó la derrota de Siroco y la huída del resto
de su flota. La
línea izquierda turca realizó una maniobra similar, intentando rodear
las naves de Andrea Doria y tomar su popa. No pudo hacerlo, atacando
sin embargo el grueso de la flota de Doria y abriendo en ella un hueco
que le permitió llegar al corazón de la flota cristiana. Desde la
retaguardia, Santa Cruz acude en ayuda de la nave Capitana de los
caballeros de San Juan, obligando a Uluch Alí a abandonarla. Entre
tanto, las naves de Andrea Doria, duramente castigadas, resistieron
hasta que acudió en su ayuda don Juan, tras haber asegurado el centro
cristiano. Tras
más de cuatro horas de batalla la victoria se decantó del lado
cristiano, a pesar de haber perdido 17 galeras y 8.000 hombres. Las
pérdidas turcas fueron más cuantiosas, siendo capturada la mayor parte
de su flota y contándose al menos 25.000 muertos. Con
esta derrota, el control turco sobre el Mediterráneo sufrió una grave
merma y acabó con el mito de la invencibilidad naval musulmana. Sin
embargo, gracias a la ayuda francesa, poco tiempo después una nueva
armada turca volvió a dominar el Mediterráneo oriental.
El 15 de septiembre salen las naves de Cesar Ávalos, para esperar al resto de la flota en el Golfo de Tarento.
El
16, sale el resto de la flota cristiana. En vanguardia van 8 galeras
exploradoras, al mando de Juan de Cardona, general de la escuadra de
Sicilia. Sus órdenes son ir 8 millas por delante del grueso de la
fuerza. El
resto de la fuerza va dividido en cuatro cuerpos. Su formación era la
del águila, pero sin pico. * El primero, que será el cuerno derecho en
combate, lo manda Juan Andrea Doria, con 54 galeras. Llevan grímpolas
verdes. * El segundo, que será el centro en combate, lo manda Juan de
Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules. * El tercero, cuerno
izquierdo en combate, lo manda Agustino Barbarigo y son 53 galeras con
grímpolas amarillas. * Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de
reserva en combate, lo manda Álvaro de Bazán. Está formado por 30
galeras con grímpolas blancas.
Cada
uno de estos cuerpos lleva dos galeazas, que en caso de combate se
pondrán por delante de la formación principal. Los cuerpos están
formados sin tener en cuenta la procedencia de las buques, intercalando
buques venecianos, españoles y pontificios.
Encuentran
tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que les impide pasar Otranto
hasta el 24 de septiembre, dejando atrás a las naves de vela.
Gil
de Andrade, que lleva con sus galeras la exploración lejana, informa
que la flota turca se encuentra en el golfo de Lepanto, al resguardo de
sus castillos.
Juan
de Austria decide dirigirse a Corfú, convocando consejo de guerra, ya
que, al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponen de medios
de sitio para atacar los fuertes de Lepanto. Deciden embarcar seis
piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú, y salen a la mar
el 30 de septiembre.
Se
plantea un problema de competencias entre Don Juan y los venecianos. El
problema se origina en una galera veneciana, donde por defender cada
uno a su gente, se enfrentan con las armas el capitán de la galera y el
capitán de los soldados embarcados, resultando herido el veneciano. El
almirante veneciano, Veniero, hace ahorcar al capitán de los soldados
puestos por Don Juan, por lo que este convoca consejo de guerra, del
cual excluye a Veniero, llamando a Barbarigo en su lugar. Juan Andrea
Doria se manifiesta partidario de volverse a España y dejar solos a los
venecianos, a los que considera poco de fiar, dada su experiencia
anterior. Los generales al servicio de España que hablan después de él,
defienden esta postura, pero Álvaro de Bazán opina lo contrario. Dice
que el hecho de que Veniero haya hecho un disparate no es motivo para
tirar por la borda todo el esfuerzo hecho hasta el momento. Los que
hablan después de D. Álvaro apoyan su postura. Cierra el consejo D.
Juan, diciendo Adelante, sigamos el parecer del marqués y Señores, ya
no es hora de deliberar, sino de combatir, y deciden salir a la mar muy
de mañana, formar línea de combate a 15 millas de las bocas de Lepanto
y esperar 2 horas, y, si no saliese el enemigo, disparar sus cañones y
volverse.
Batalla de Lepanto1571
Miguel de Cervantes y la Batalla de Lepanto PARTE 1 DE 3
Miguel de Cervantes y la Batalla de Lepanto PARTE 2 DE 3
Miguel de Cervantes y la Batalla de Lepanto PARTE 3 DE 3