9 de Agosto, 2010HISTORIA OBSTETRICA DE LAS ESPOSAS DE FELIPE II .
HISTORIA OBSTÉTRICA DE LAS CUATRO ESPOSAS DE FELIPE II .
“Pues
que Vuestra Majestad piensa como me dice y desea arreglar el matrimonio
conmigo, ya sabe que soy su hijo obediente y no tengo más deseos que el
suyo” Fue la respuesta del príncipe cuando conoció la decisión de su padre. “Aunque su vientre abulta tanto como el de Gutiérrez López, todavía sigo en mis dudas de que esté encinta”. CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA . La
situación en la que una mujer parece estar en cinta , pierde la
menstruación ( amenorrea ) , aumenta el perímetro abdominal , para
volver a la normalidad sin parto , es extremadamente rara y se conoce
como pseudociesis o embarazo fantasma . Este proceso lo sufren algunas
mujeres que tienen gran ansiedad y un gran deseo por tener descendencia
. HISTORIA OBSTÉTRICA DE LAS CUATRO ESPOSAS DE FELIPE II.
HISTORIA OBSTÉTRICA DE LAS CUATRO ESPOSAS DE FELIPE II .
LA VIDA PRIVADA DE FELIPE II - 1 .
Don
Felipe nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527 a las cuatro de la
tarde en el palacio de don Bernardino Pimentel, junto a la iglesia de
San Pablo; era el primer hijo del emperador Carlos V y de Isabel de
Portugal, atractiva, inteligente y hábil estadista como demostraría en
los años que regentó el país por los continuos viajes de su esposo. El
parto duró trece horas y Carlos permaneció junto a su mujer durante
todo el tiempo. Dicen algunas fuentes que doña Isabel no gritó durante
el alumbramiento ya que ella consideraba que las reinas de España no
debían manifestar dolor en esos momentos. Carlos se mostró "alegre,
regocijado y gozoso del nuevo hijo" organizando festejos para celebrar
el nacimiento del primogénito. El bautizo del príncipe heredero tendría
lugar a las seis semanas del nacimiento en el vallisoletano convento de
San Pablo; el pequeño Felipe recibió el agua bautismal del arzobispo de
Toledo siendo sus padrinos el duque de Béjar, condestable de Castilla,
y Leonor, hermana mayor de Carlos y reina de Francia. Tras el bautizo
continuaron las celebraciones en las que participó el propio emperador,
enrareciéndose la atmósfera festiva con la noticia del saqueo de Roma
por parte de las tropas imperiales lo que provocó la suspensión de los
festejos y el cambio de indumentaria de Carlos, que se vistió de luto
por los sucesos aunque no dio orden a las tropas de retirarse de la
Ciudad Papal. El 10 de
mayo de 1529 el pequeño Felipe será jurado como heredero de la corona
de Castilla por los procuradores a Cortes reunidos en el madrileño
convento de San Jerónimo,a la vez que se reconocía a la emperatriz
Isabel como regente durante la ausencia de Carlos. Los continuos viajes
del emperador no le permitirán atender los aspectos educativos del
príncipe, dedicándose a ello su madre por lo que Felipe manifestará a
lo largo de toda su vida una cierta inclinación hacia lo lusitano. La
portuguesa Leonor Mascarenhas fue nombrada su aya, sintiendo por ella
gran afecto y confianza. El pequeño príncipe crecía junto a su hermana
María - nacida el 21 de junio de 1528 apareciendo en algunas cartas
muestras de su carácter:` "es tan travieso que algunas veces S. M. se
enoja de veras; y ha habido azotes de su mano, y no faltan mujeres que
lloran de ver tanta crueldad". A pesar de la "crueldad" la relación
entre madre e hijo seria muy estrecha aunque la temprana muerte de doña
Isabel en 1539 romperá ese lazo y provocará una repentina madurez en el
príncipe. La
educación recibida por don Felipe fue amplia y variada, teniendo como
objetivo el gobierno del Estado. Don Juan Martínez Siliceo fue nombrado
tutor en 1534 "para que "le enseñase a leer y escribir"; un año después
Juan de Zúñiga era nombrado su ayo y en 1535 se creaba la casa del
Príncipe lo que supondría que tendría alojamiento, asistentes y capilla
independientes. Siliceo y Zúñiga serian los encargados de su educación.
El humanista Cristóbal Calvet de Estrella se encargaría de la
instrucción del latín y el griego; Honorato Juan le enseñaría
matemáticas y arquitectura mientras que Juan de Ginés Sepúlveda
impartiría geografía e historia. Un humanista de la casa real escribió
para la educación del príncipe manuales sobre lectura y gramática. La
música ocuparía un importante lugar en la formación siendo su maestro
el compositor granadino Luis Narváez, enseñándole a tocar la vihuela.
Felipe progresaba en su educación aunque algo despacio, interesándose
más por la caza que por el estudio, completando con ambas actividades
su tiempo lo que tranquiliza a Siliceo ya que "con esta hedad de
catorze años en la qual la naturaleza comiença a sentir flaquezas, aya
Dyos dado al príncipe tanta voluntad a la cara que en ella y en su
estudyo la mayor parte del tyempo ocupe". A pesar de haberse elegido
los 'mejores docentes, el alumno no progresaba en los niveles deseados
por el padre ya que a Felipe no le gustaba la escuela. Como bien dice
Henry Kamen: "Como alumno, el Príncipe no era un modelo ni, mucho
menos, sobresaliente. Su manejo del latín siempre fue regular, su
estilo literario, en el mejor de los casos, mediocre, y su caligrafía
generalmente deficiente. Educado como humanista, nunca llegó a serlo".
Sin embargo, este contacto con los eruditos le proporcionará una gran
pasión por los libros, pasión que se prolongará durante toda su vida
como se aprecia en la biblioteca de El Escorial donde reunirá la mejor
colección bibliográfica de su tiempo, contando con los más variados
temas, desde arquitectura a teología pasando por tratados militares,
música o magia. La formación de Felipe no se hizo en solitario sino que
al príncipe le acompañaban seis pajes nobles, entre los que destaca
Luis de Requesens, objeto de las burlas de sus compañeros por su fuerte
acento catalán. En esta pequeña corte, Felipe organizaba torneos y
bailes, manifestando ya en la adolescencia la ación al baile, a las
fiestas cortesanas y a los ejercicios de caballería que encontramos a
lo largo de su vida. Los
continuos viajes del emperador obligaron a Felipe a hacerse cargo de la
Regencia de España en 1543, auxiliado por una junta de consejeros
integrada por Juan Pardo de Tavera, arzobispo de Toledo; Francisco de
los Cobos, secretario de Carlos; y Fernando Alvarez de Toledo, duque de
Alba. Serán famosas las cartas e instrucciones en las que el emperador,
al tiempo que proporcionaba a su hijo normas de gobierno y consejos
sobre asuntos de estado, le avisaba del carácter y los defectos de cada
uno de sus asesores. "Es mejor discutir los asuntos con varios
consejeros y no atarse a ninguno", decía el experimentado Carlos,
recomendación que Felipe seguirá durante toda su vida, ya que siempre
tendrá en cuenta las opiniones de sus colaboradores, tomando la
decisión final él mismo. Con el paso de los meses el joven príncipe
adquiere mayor experiencia en los asuntos de gobierno, compaginando el
estudio con el gobierno de la nación. Durante el tiempo que ocupó la
Regencia, Felipe se muestra en bastantes ocasiones contrario a las
decisiones de su padre, especialmente en asuntos fiscales cuyo objetivo
era financiar las guerras del norte. A lo
largo de su vida Felipe se casará en cuatro ocasiones, evidentemente en
todas ellas por cuestiones diplomáticas y de Estado. El amor en estos
matrimonios no era el motivo del enlace aunque hay que advertir que con
el roce, a veces se alcanzaba. Una portuguesa, una inglesa, una
francesa y una austriaca serán sus esposas, poniéndose de manifiesto el
interés del monarca por estrechar lazos con los diferentes estados
europeos. La
primera esposa será María Manuela de Portugal, nacida en Coimbra el 15
de octubre de 1527 por lo que era algunos meses más joven que su
esposo. Hija de Juan III de Portugal y de Catalina de Austria, era
prima hermana de Felipe por partida doble ya que su padre era hermano
de la emperatriz Isabel y su madre, hermana del emperador Carlos. Como
es lógico, este enlace formaba parte de la larga cadena de matrimonios
entre miembros de las casas reales de ambos países. La boda se celebró
cuando ambos cónyuges tenían 16 años, primero por poderes en Almeirim
el 12 de mayo de 1543, tras la correspondiente dispensa papal por
parentesco, trasladándose la princesa a Salamanca donde se realizó la
misa de esponsales el 15 de noviembre del mismo año. Se cuenta que el
impaciente novio presenció la entrada de la princesa disfrazado y de
incógnito. Una de las primeras preocupaciones que manifestó Felipe
respecto a su esposa será su obesidad aunque también hace alusión a su
belleza al comentar que "en palacio, donde hay damas de buenos gestos,
ninguna está mejor que ella". La joven
pareja se trasladó a Valladolid donde el príncipe recibió instrucciones
de su padre con el fin de evitar excesos en las relaciones sexuales de
los fogosos esposos aludiendo a que Felipe es su único hijo y no desea
tener más. Estas instrucciones están encaminadas a evitar abusos
conyugales que se creían había sido la causa del fallecimiento del
príncipe Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos. Para evitar
problemas de este tipo Carlos alertó al ayo de Felipe, don Juan de
Zúñiga, para que "el príncipe hiziesse algunas ausencias de su mugger,
y specialmente que no estuviesen juntos entre dia". Incluso indicaba a
don Juan que durmiese en la misma habitación que Felipe si fuese
necesario. En la noche de bodas los altos dignatarios de la Corte
permanecieron en la cámara nupcial durante largo rato hasta que dejaron
solos a los esposos; sobre las tres de la madrugada don Juan de Zúñiga
entró en la alcoba y separó a los príncipes para que se pasasen a
descansar a sus respectivos lechos. Zúñiga teme "el empacho y la poca
edad de los príncipes" por lo que aconseja que estén juntos durante el
día, rodeados de las cortes de ambos, para que Felipe muestre
desasosiego y cada vez que llegue a su mujer lo haga con tanto deseo
que será muchas veces novio al año". El problema se resolvió pronto ya
que Felipe sufrió un ataque de sarna al poco de la boda, lo que le
obligó a dormir separado de María durante un mes. Algunos cortesanos
interpretaron que esta erupción cutánea sería provocada por el
debilitamiento del príncipe debido a la excesiva actividad sexual. Sin
embargo parece que Felipe no estima en demasía a su mujer ya que en
enero de 1544 se informa al emperador que "el príncipe va algo retenido
con la princesa y desto ay algún sentimiento en Portugal". En otoño
Cobos comunica que "los príncipes se tratan muy bien" aunque Felipe no
hace demasiadas demandas sexuales a su esposa. Parece que don Felipe
era más aficionado a las salidas nocturnas que a encamarse con la
legítima esposa. Hay quien afirma que antes de contraer matrimonio el
príncipe se había casado en secreto con una bella doncella llamada
Isabel de Osorio, hermana del marqués de Astorga; lo de la boda parece
poco verosímil pero que hubo relación entre ambos lo atestiguan los
hijos nacidos de esa relación llamados Pedro y Bernardino. Las
noticias de las salidas nocturnas de Felipe llegaron a Portugal por lo
que doña Catalina, madre de María Manuela, tomó cartas en el asunto,
aconsejando a su hija sobre la obesidad que no agradaba al esposo,
aludiendo incluso a que sería perjudicial para su descendencia. También
pone énfasis en los celos , recordando a su propia madre Juana la Loca.
"Pon todos tus sentidos en el propósito de no dar a tu marido una
impresión de celos porque ello significaría el final de vuestra paz y
contento" aconsejaba la experimentada madre. Tras un
año de matrimonio el deseado sucesor no llegaba por lo que a la joven
María se le practicaron frecuentes sangrías en las piernas. A
principios de septiembre de 1544 la princesa se quedaba encinta - no
por las sangrías, como es lógico pensar -; el parto tuvo lugar el 8 de
julio de 1545, a media noche. Nació un varón que recibió el nombre de
Carlos, como su abuelo. El alumbramiento fue muy pesado al prolongarse
los dolores durante varios días, siendo "laborioso por anormalidad de
presentación, con dos comadronas manipulando varias horas". La princesa
fallecía a los cuatro días de dar a luz, el 12 de julio de 1545. Las
causas que se adujeron para explicar el fallecimiento fueron
tremendamente peregrinas ya que se explicó la muerte por haber comido
un limón demasiado pronto después del parto; otras fuentes dicen que
fue un melón, ingerido por la princesa al aprovechar que sus camareras
mayores estaban contemplando un auto de fe. La explicación más
plausible sería una infección puerperal debido al laborioso parto y a
la manipulación de las comadronas, en una época donde la falta de
higiene podía llevar a estos trances. Apenas había cumplido los 17
años. Cobos informó al emperador que "el príncipe lo sintió por
extremo, que mostró bien la amava; aunque por las demostraciones
exteriores juzgavan algunos diversamente". A los 18
años Felipe quedaba viudo y con un hijo; pasarían algunos años hasta
que contrajera su segundo matrimonio, también por motivos políticos ya
que el emperador deseaba establecer una alianza con Inglaterra con el
objetivo de hacer frente al enemigo francés, defender los Países bajos
y mantener la religión católica en las Islas Británicas tras el cisma
abierto por Enrique VIII. Para llevar a cabo sus planes, Felipe debía
casarse con María Tudor, reina de Inglaterra. María había nacido en
Greenwich el 18 de febrero de 1515 siendo sus padres el rey Enrique
VIII y su primera esposa, Catalina de Aragón, hija de los Reyes
Católicos por lo que era prima hermana de Carlos. Previamente se había
pensado en un enlace matrimonial entre Carlos y María, enlace que
fracasó, lo que llevó a María a seguir una vida atormentada y
desgraciada. Sin embargo, a los 38 años (1553) sube al trono de
Inglaterra con el nombre de María I, convirtiéndose en un buen partido
para el heredero de la corona de España. Felipe tenia 26 años - doce
menos que su novia y tía segunda - aceptando disciplinadamente la
decisión de su padre "ya que soy un hijo obediente y no tengo más deseo
que el suyo, especialmente en asuntos tan importantes". Doña María, que
tenía en su poder el retrato de su prometido pintado por Tiziano,
experimentó un súbito enamoramiento propiciado por su edad madura y el
desamparo afectivo que había manifestado en el pasado. La boda
se celebró por poderes en Londres el 6 de enero de 1554 representando
al rey de España el conde de Egmont, destacado aristócrata flamenco. Al
llegar la noche de bodas el noble se acostó en el lecho de la reina
para públicamente cumplir con la tradicional costumbre pero debemos
advertir que estaba cubierto de la cabeza a los pies con su armadura ya
que no tenía poderes para mayores intimidades, como es natural. El
príncipe Felipe viajó a la tierra de su esposa en mayo de 1554,
desembarcando en la costa inglesa el 19 de julio. Nada más llegar
recibió la máxima condecoración inglesa, la Orden de la Jarretera, "
que se lleva en la pierna derecha a manera de atapierna hecha una
lazada hacia fuera" ya que su fundador Enrique VI recogió la liga de
una dama caída durante un baile; al devolverla a su propietaria los
cortesanos sonrieron maliciosamente, por lo que el monarca dijo en voz
alta: "Que se avergüencen los que piensen mal", pasando a ser esta fase
su divisa. Los
esposos pudieron verse por primera vez el 25 de julio, día en el que se
celebró la ratificación nupcial y la misa de velaciones, pasando la
luna de miel en el castillo de Windsor. El tálamo nupcial fue bendecido
por el obispo de Winchester, retirándose los recién casados a sus
aposentos tras bailar una alemana, baile neutral ya que ni Felipe sabía
bailar a la inglesa ni María a la española. "Lo demás de esta noche
júzguenlo los que han pasado por ello" nos narra el picarón cronista.
Suponemos que el príncipe cumplió su cometido ya que a los tres meses
la reina empezó a sospechar que estaba embarazada. La misión que había
llevado a Felipe a tierras inglesas se estaba cumpliendo a la
perfección ya que un heredero sería la máxima expresión del enlace
entre España e Inglaterra, aunque se cuenta que el príncipe antes de
partir dijo- "Yo no parto para una fiesta nupcial, parto para una
cruzada". En los
últimos meses el vientre de María Tudor aumentaba de volumen, lenta
pero progresivamente. El deseado embarazo lleva buen camino y los
trajes de la reina se quedan cada vez más estrechos. El parto se espera
para el mes de abril de 1555 y los preparativos se ultiman,
repartiéndose incluso las invitaciones para el bautizo. Pero el deseado
parto no llegaba y el tiempo del embarazo fue sobrepasado. Los médicos
se rindieron ante la evidencia para atribuir el abultamiento del
vientre real a una hidropesía, vulgar retención de líquidos. Bonner, el
obispo de Londres, hizo ver a su Majestad que lo que había ocurrido no
era más que un castigo divino por no continuar la persecución de
herejes; convencido de ello, María ordenó quemar vivas en los tres
meses siguientes a más de 50 personas, recibiendo en consecuencia el
nombre de Bloody Mary. Felipe y
sus nobles acompañantes deseaban abandonar Inglaterra ya que no les
gustaba ni el clima, ni la cerveza, ni la tendencia protestante de
algunos individuos, ni siquiera se sentían atraídos por las mujeres de
la tierra tal como dice una anónima copla: "Que yo
no quiero amores en Inglaterra pues otros mejores tengo en mí tierra
¡Ay, Dios de mi tierra, saqueisme de aquí! ¡Ay, que Inglaterra ya no es
para mí!" La
excepción a esta copla parece ser el propio Felipe, ya que se cuenta
que un día sorprendió a la hermosa vizcondesa de Montague ocupada en su
aseo personal, acercándose a ella a través de una ventana abierta.
Percatada de la presencia del español, la dama agarró un bastón para
propinar un vigoroso golpe a tan atrevido galán. También de esta
estancia inglesa se cuentan amores reales con doña Catalina Leney y con
Magdalena Dacre, doncella de honor de María Tudor. Se ha llegado a
especular sobre una presunta relación amorosa con una panadera,
aludiéndose a esto en los siguientes versos: "La hija del panadero, en su tosco, sayal es mejor que la reina María sin su corona" Las
malas lenguas cuentan que Felipe estaba realmente enamorado de su
cuñada Isabel, la hija de Enrique VIII y Ana Bolena que pronto se hará
con la corona inglesa. Isabel tenía 21 años, ojos azules y porte altivo
enamorando a nuestro príncipe. Dicen que Felipe consideraba todos sus
padecimientos castigo de Dios por estar enamorado de Isabel y casado
con María. También se cuenta que Isabel conservó durante toda su vida
el retrato de su frustrado novio presidiendo su mesa. Felipe tiene fama
de mujeriego y amante de los pasteles como recoge el embajador
veneciano Badoaro: "Abusa de ciertos manjares y sobre todo de dulces y
pastas. Es incontinente con las mujeres". Asuntos
de Estado llevaron a Felipe a partir para Flandes el 29 de agosto de
1555. Carlos había pensado abandonar el gobierno de sus territorios y
abdicar en su hijo y su hermano para retirarse a descansar al extremeño
Monasterio de Yuste, donde disfrutaría durante dos años de aire puro y
buenos alimentos. La marcha del príncipe supuso un duro golpe para la
enamorada María, reflejándose su tristeza en una coplilla inglesa: Gentle prince of Spain. come, o'come again ... Tierno príncipe de España vuelve conmigo otra vez Los
deseos de María se hicieron realidad y Felipe regresaba a Inglaterra en
marzo de 1557, convertido en rey de España y las Indias, de Nápoles y
Sicilia, señor de Flandes y duque de Milán. Durante los meses que
pasaron juntos María deseaba engendrar ese hijo tan deseado. Felipe
vuelve a España en julio de 1557 y María le escribe para comunicarle su
nuevo embarazo debido a la progresiva hinchazón de su vientre. El
incrédulo rey dará instrucciones al conde de Feria para que averigüe
con toda la discreción posible la veracidad de la noticia. El conde
contesta a Felipe comunicándole que los síntomas de preñez son tan
falsos como la vez anterior. LA VIDA PRIVADA DE FELIPE II - 2 .
FELIPE II E ISABEL DE VALOIS . Abandonada
por su querido marido, la depresión empezó a afectar a la reina María
que contrajo una epidemia de gripe en la primavera de 1558, siendo
obligada a guardar cama en el mes de agosto. Su salud fue declinando
hasta que falleció sin dejar sucesión en la madrugada del 17 de
noviembre de 1558. Felipe quedaba por segunda vez viudo, aprovechando
la coyuntura los ingleses para acusar a España de haber recibido
grandes sumas de dinero que habían dejado maltrecha la economía inglesa
a la vez que acusaban al rey Felipe de haber matado de pena a su reina.
Isabel I ocupaba el trono vacante. La diplomacia hispana veía con
buenos ojos la repetición de una boda híspanobritánica pero un negativo
informe llegó a la corte de Felipe: Isabel "tenia algo que la
incapacitaba para el matrimonio"; al parecer sufría una malformación
genital con carencia de reglas y aplasia vaginal. Felipe la rechazó y
la Reina Virgen se afianzaba en el poder, logrando situar a Inglaterra
en una posición internacional de primera magnitud mientras seguía una
vida sexual de gran actividad. Una
francesa será la tercera esposa del monarca. Su nombre es Isabel de
Valois y el matrimonio es nuevamente fruto de la razón de Estado,
consiguiéndose la concordia entre los reinos de España y Francia tras
la firma de la paz de Cateau-Cambresis ( 3 de abril de 1559) por lo que
la joven reina recibiría el nombre popular de Isabel de la Paz. Isabel
había nacido en Fontainebleau el 3 de abril de 1546; era la hija menor
del rey Enrique II de Francia y Catalina de Medicis. La joven princesa
había estado prometida al primogénito de Felipe, el príncipe don
Carlos, pero este proyecto de matrimonio nunca se llevó a cabo ya que
cambió de esposo. Los desposorios se celebraron por poderes el 22 de
junio de 1559 en la catedral de Notre-Dame de París representando al
novio don Fernando Álvarez de Toledo, el todopoderoso duque de Alba. En
la corte francesa era costumbre encamar rápidamente a los nuevos
esposos, pero al faltar Felipe tuvo que ser el duque quien tomara a la
novia, simbólicamente por supuesto; así que en presencia de todos los
invitados, hizo una reverencia y tomó simbólica posesión del real
tálamo colocando sobre él una pierna y un brazo para luego retirarse. Don
Felipe esperó a la joven esposa - tenía 14 años - en Guadalajara,
concretamente en el palacio del Infantado. El rey tenia 33 años y al
detenerse la joven Isabel frente a él, éste preguntó a su esposa: ",Qué
miráis? ¿Por ventura si tengo canas?". La misa de velaciones se celebró
el 2 de febrero de 1560, encerrándose rápidamente los esposos en la
cámara nupcial por lo que el obispo de Pamplona tuvo que bendecir el
tálamo a través de la puerta, ya que no tuvo el suficiente tiempo. La
reina Isabel era todavía una niña que jugaba a las muñecas y a la taba
por lo que la consumación del matrimonio se tuvo que posponer un año,
en contra de los deseos del rey. En las
cortes europeas era habitual dar publicidad a las primeras reglas de
las jóvenes princesas, infantas o reinas, por lo que conocemos
exactamente la fecha en la que Isabel cambió su ciclo hormonal: el 11
de agosto de 1561. Durante el último año había crecido bastante,
destacando por su estatura y su constitución fuerte y vigorosa. Ahora
Felipe puede iniciar sus relaciones con su esposa aunque al principio
existen lógicos problemas en la pareja, como sabemos por las cartas que
los embajadores franceses escriben a la madre de Isabel: "La
constitución del Rey causa grandes dolores a la Reina que necesita
mucho valor para evitarlo ...". Durante
la estancia de los reyes en Toledo, Isabel padeció fiebre y erupción,
temiéndose que sufriese una eventual viruela. La madre de la joven
reina sospechaba que el mal de la niña fuera el mal italiano o gálico,
es decir, la temida sífilis, enfermedad que parece ser congénita en
Felipe, lo que explicaría los continuos abortos de sus mujeres y las
erupciones que solían sufrir, así como los frecuentes dolores de cabeza
del monarca, su aspecto envejecido y desdentado, con los labios
resquebrajados. Para el dolor de cabeza los médicos le recomendaron que
llevase la cabeza rapada, costumbre que se generalizaría entre los
cortesanos. La enfermedad de la reina fue confirmada como viruela; para
evitar que dejase huellas en el bello rostro de la reina la
embadurnaron con clara de huevo y leche de burra, entre otros muchos
remedios, mientras los galenos franceses recomendaban sangre de paloma
y nata para el cuidado de los ojos. En 1561
la corte se instala definitivamente en Madrid; los reyes son felices y
su vínculo matrimonial sólido a pesar de que duermen y comen separados
según indica la rígida etiqueta borgoñona que se sigue en España. Estas
costumbres dieron que pensar a los embajadores franceses pero Isabel se
considera una de las mujeres más felices del mundo, anunciándose en
mayo de 1564 su embarazo, posiblemente gracias a los higiénicos
consejos y las recetas caseras para alcanzar el embarazo enviadas por
su madre. El delicado estado de salud de Isabel preocupó constantemente
a su esposo, evitando los médicos la fiebre con las socorridas sangrías
que debilitaban aun más a la desdichada enferma. Un aborto de gemelos
fue el fruto de este primer embarazo. Los galenos españoles dieron por
perdida a su paciente pero la insistencia de un médico italiano que la
purgó consiguió salvar la vida a Isabel. Parece que mientras ocurrían
estos desgraciados sucesos, don Felipe continúa con sus escarceos
amorosos, en este caso con doña Eufrasia de Guzmán, dama de la princesa
Juana y princesa de Ascoli. Isabel tuvo conocimiento de la infidelidad,
trayéndole a la memoria el matrimonio de sus padres bajo el influjo de
Diana de Poitiers, la amante de Enrique. Sin embargo, Felipe hizo acto
de contrición y resolvió mantenerse fiel a su esposa, considerándose
que la amó profundamente; a Isabel, por supuesto. El
delicado estado de salud de la reina continúa y los médicos recomiendan
baños, pero Isabel se opone debido al gran pudor que manifiesta a que
alguien contemplara su desnudez, ni siquiera sus propias ayudantes de
cámara. La
ansiada descendencia parece que fue resuelta por ayuda divina al
traerse a Madrid los restos incorruptos de San Eugenio, mártir y primer
arzobispo de Toledo, desde Saint Denis de París a Madrid. La reina
imploró al santo la solución a su infertilidad y a finales de año
estaba embarazada. Tan sencillo como eso. Ah, la fecha de este santo es
el 18 de noviembre, por si alguien desea implorarlo. El 12 de agosto de
1566 nacía una niña, en el Palacio de Valsaín que recibía los nombres
de Isabel Clara Eugenia - Isabel por su madre, Clara por el día que
nació, y Eugenia en honor a San Eugenio que tanto había hecho por este
alumbramiento -. La madre comentó al dar a luz: "Gracias a Dios e1
parir no es tan trabajoso como yo creía". Doña Catalina de Medicis
había enviado a su hija un bebedizo que facilitaba el parto - ¿la
epidural de la época?- suministrado a la parturienta por su propio
esposo. El embajador francés cuenta que "Felipe se portó muy bien, como
el mejor y más cariñoso marido que pudiera desear, puesto que en la
noche del parto estuvo cogiéndole todo el tiempo la mano, y dándole
valor lo mejor que podía y sabía". El bautizo tendría lugar el 25 de
agosto y Felipe pretendía llevar a su hijita a la pila bautismal en sus
brazos; temeroso de su escasa habilidad con los tiernas infantes,
ordenó que construyeran un muñeco para hacer prácticas, llevándolo
entre sus brazos de un lado a otro de la estancia. Consciente de su
torpeza y ante el riesgo de un no deseado percance, delegó tan alta
función en su hermano, don Juan de Austria. Isabel Clara Eugenia será,
sin duda, la niña de los ojos de Felipe, sirviéndole durante su vejez
como bastón físico y espiritual, participando con éxito en los asuntos
del gobierno. Su padre apostó por ella como reina de Francia pero, tras
el fallido propósito, se casó con el archiduque Alberto recibiendo en
herencia el gobierno y la propiedad de los Países Bajos. El 6 de
octubre de 1567 nace una nueva niña llamada Catalina Micaela - Catalina
en recuerdo de su abuela materna y Micaela por haber venido al mundo en
la octava de San Miguel - . Durante 22 meses tuvo la misma ama de cría
llamada doña María de Messa, recibiendo en concepto de sus servicios la
nada despreciable suma de 100.000 maravedíes al año de por vida.
Durante el puerperio la reina sufrió un nuevo acceso febril que los
médicos atribuyeron a la subida de la leche, por lo que aplicaron jugo
de perejil sobre los pezones de Isabel como ayuda. La infanta Catalina
Micaela contraerá matrimonio con el duque de Saboya dando a Felipe los
únicos nietos de los que tendrá noticia, ya que nunca tendrá la
oportunidad de conocerlos. Por la correspondencia nos demostrará el
cariño profesado a esta infanta, sintiendo profundamente su marcha a
Italia, víctima como todas las mujeres de la razón de Estado. En la
crianza de Isabel y Catalina, Felipe tomó un activo papel,
permitiéndoles incluso trabajar en sus asuntos de oficina. En mayo
de 1568 se sospecha que Isabel vuelva a estar embarazada. Su estado de
salud es bastante complicado, presentando desvanecimientos, sensación
de ahogo, vértigos, fiebre, mal color y entorpecimiento de manos y
brazo izquierdo. Para evitar el aborto y conducir adecuadamente el
embarazo se le dieron toda clase de hierbas y se la rodeó de toda clase
de amuletos; sin embargo, su estado de salud se fue agravando y el 3 de
octubre la reina expulsó espontáneamente un feto hembra de cinco meses,
que vivió lo suficiente para aplicarle el agua de socorro, falleciendo
a los pocos minutos. Isabel de Valois perdía la vida poco después, el
mismo 3 de octubre de 1568, cuando aun no había cumplido los 23 años de
edad. Según los enemigos de Felipe su muerte fue consecuencia de los
presuntos amores entre Isabel y el príncipe don Carlos, que había
fallecido tres meses antes. Los restos de la joven reina fueron
amortajados con hábito franciscano e inhumados en el monasterio de las
Descalzas Reales para ser trasladado en 1572 a El Escorial donde hoy
yacen, concretamente en el Panteón de Infantes. De nuevo
tenemos a Felipe viudo, sin contar con descendencia masculina y con dos
niñas pequeñas por lo que se plantea un nuevo matrimonio. Pronto
aparecen dos candidatas: la princesa Margarita de Valois, la famosa
reina Margot, y la archiduquesa Anna de Austria. Don Felipe responde a
su primo hermano Maximiliano que "si se atuviera a su satisfacción
personal seguiría como estaba; pero teniendo tan poco herederos y
ningún varón se alegraba por el bien de su reino del ofrecimiento que
se le hacía - el matrimonio con Anna -, y vería el modo de arreglarlo
con Francia - el rechazar a Margot ". En efecto, Anna fue la elegida
debido a cuestiones de índole político ya que una alianza matrimonial
con el Emperador es una garantía de paz para Flandes y las posesiones
italianas, sin menospreciar que la madre de la elegida había tenido
catorce hijos lo que vendría a asegurar la descendencia. Anna de
Austria había nacido en el pueblo vallisoletano de Cigales el día 1 de
noviembre de 1549 ya que su madre era la infanta María, hermana menor
de Felipe, mujer muy vinculada con España; su padre era el Emperador
Maximiliano II, primo hermano de su mujer y del rey español. De esta
manera los lazos de consanguinidad se estrechan en la familia
Habsburgo, lo que en la época era motivo de orgullo y creencia de
obtener una raza más fuerte. No en balde el papa Pío V fue un poco
reacio a otorgar la dispensa pontificia necesaria para este matrimonio,
aduciendo problemas de conciencia que serían más bien de carácter
político. Una vez obtenida, se firmaron las capitulaciones en Madrid el
24 de enero de 1570. El novio tenía 42 años y la futura esposa 21. La boda
se realizó por poderes en el castillo de Praga, ciudad donde residían
los emperadores, el 4 de mayo de 1570. La entrega de la novia se
realizará en tierras flamencas al ser el viaje menos costoso para las
arcas alemanas. El duque de Alba recibió a la comitiva en Nimega,
llegando a las costas cántabras el 3 de octubre de 1570. La reina venía
acompañada de sus hermanos los archiduques Wenceslao y Alberto, quienes
venían a Castilla a formarse como habían hecho sus hermanos mayores. La
misa de velaciones se celebró en la capilla del Alcázar de Segovia el
14 de noviembre, transcurriendo la luna de miel en el palacio de
Valsaín. El cronista cuenta que "a la mañana siguiente el Rey y la
Reina fueron vistos alegres y contentos y salieron a oír misa en la
iglesia pública". Doce días después Anna hace su entrada pública en
Madrid, dirigiéndose al Alcázar para conocer a las hijas de su esposo.
Las damas de la corte habían dicho a las pequeñas que su madre
regresaba del cielo; cuando la infanta Isabel contempló a la nueva
reina se echó a llorar diciendo: "Esta no es mi madre, que tiene el
pelo rubio". La niña, de cuatro años de edad, recordaba los cabellos
oscuros de su madre por lo que no se creyó la comedia inventada por las
damas. Doña Anna contó a las infantas que no era su madre, pero que las
iba a querer como si lo fuera, como en efecto ocurrió. Desconocemos
si Anna se enamoró profundamente de su marido; precisamente los
historiadores que afirman una aventura de Felipe con la Princesa de
Éboli la sitúan en estas fechas. Si esta infidelidad fue cierta la
reina no manifestó públicamente sus celos, quizá por ser una mujer de
callada naturaleza. El embajador veneciano nos cuenta que el rey
visitaba tres veces al día a su esposa: por la mañana, antes de oír
misa, más tarde para tomar juntos un refrigerio - el rey comía solo y a
la vista de la corte como indicaba la etiqueta - y por la noche. Este
mismo embajador nos describe la alcoba regia: "dos camas bajas,
separadas dos palmos una de otra y cubiertas por una cortina, de tal
manera que parecían una sola". La austeridad y la sencillez se adueñó
de la corte de Madrid hasta el punto de que el embajador francés llegó
a quejarse porque la corte "parece un convento de monjas". Si uno
de los factores que determinaron la elección de doña Anna fue la
elevada natalidad de su familia, ella no se quedará a la zaga. Pronto
se quedó embarazada y el 4 de diciembre de 1571 nació el primer varón,
bautizado con el nombre de Fernando en honor de Fernando el Católico.
Se cuenta que el niño estaba dormido durante el bautizo, lo que fue
interpretado como señal de mal agüero. En efecto, el príncipe Fernando
falleció el 18 de octubre de 1578, a los siete años de edad. En un
viaje a El Escorial la reina sintió profundos dolores de parto para dar
a luz en Galapagar de forma repentina; nacerá un niño llamado Carlos
Lorenzo quien fallecerá el 9 de julio de 1575. Tres días después de la
muerte del infante nace en Madrid el tercer hijo de la pareja llamado
Diego Félix quien falleció a causa de viruelas el 21 de noviembre de
1582, también con siete años. El 13 de
abril de 1578 nace en el Alcázar madrileño un nuevo varón bautizado con
el nombre de Felipe; será el heredero de la corona, aunque en el
momento de su nacimiento había dos hermanos por delante en la línea de
sucesión. El quinto y último parto de Anna de Austria tendrá lugar el
14 de febrero de 1580 viniendo al mundo una niña llamada María, quien
fallecerá el 4 de agosto de 1583 con tres añitos. Tras este quinto
parto, la reina sufrirá una grave anorexia que la puso a las puertas de
la muerte. Fue necesaria la intervención del padre fray Alonso de
Orozco, que dio a Anna una perdiz y una loncha de tocino asados
mientras recitaba versos del Magnificat del que era muy devoto. La
reina comió parte de las viandas que le fueron ofrecidas y se levantó
con salud. Sin embargo Anna fallecería víctima de una gripe epidémica
que previamente había padecido Felipe quien, posiblemente, contagió a
su esposa. Anna fallecía en Badajoz el 26 de octubre de 1580. Un
cronista nos cuenta que de esta epidemia "falescio mucha gente,
despoblándose casas, y en este monasterio de San Lorenzo no quedó
fraile que no cayese en cama". Tras practicarse la autopsia al cadáver
de la reina se halló un feto muerto en su seno. Anna fue enterrada en
el Panteón de los Reyes de El Escorial por haber sido madre de rey. La
personalidad de Felipe Il es difícil de evaluar ya que se presenta muy
compleja, mostrándose dos periodos totalmente diferentes en su vida
marcados por el año 1568, "anno horribilis" de la monarquía hispánica
al iniciarse la Guerra en Flandes y fallecer el príncipe Carlos y la
reina Isabel de Valois. El retrato que nos presentan en 1577 lo
describe como "de estatura mediocre, pero muy bien proporcionado; sus
rubios cabellos empiezan a blanquear; su rostro es bello y agradable;
su humor es melancólico (...) Se ocupa de los asuntos sin descanso y en
ello se toma un trabajo extremado porque quiere saberlo todo y verlo
todo. Se levanta muy temprano y trabaja o escribe hasta el mediodía.
Come entonces, siempre a la misma hora y casi siempre de la misma
calidad y la misma cantidad de platos. Bebe en un vaso de cristal de
tamaño mediocre y lo vacía dos veces y media. (...) Sufre algunas veces
de debilidad de estómago, pero poco o nada de la gota. Una media hora
después de la comida despacha todos los documentos en los que debe
poner su firma. Hecho esto, tres o cuatro veces por semana va en
carroza al campo para cazar con ballesta el ciervo o el conejo". Una de
las facetas más destacadas de esa compleja personalidad será la de
mecenas. Durante el largo viaje que realizó en su juventud a los Países
Bajos, Alemania e Italia pudo comprobar personalmente la implicación de
las cortes de aquellos países con la cultura, contactando con los
principales talentos humanistas y artistas de la época. Desde ese
momento iniciará un programa cultural al que aportará importantes sumas
de dinero, considerando que la monarquía debía tomar el papel de
promotora de la ciencia y el conocimiento. Bien es cierto que fue un
proyecto en el que apenas pudo involucrar a la élite española ya que
adolecía de refinamiento cultural. No en balde, cuando Felipe regresó a
Castilla en 1559, buena parte de los aristócratas y sus esposas que
habían tenido la oportunidad de contemplar y vivir el refinamiento
cultural de los Países Bajos sintieron una profunda desilusión como
escribe un noble: "Echamos harto de menos a Flandes, y, aunque Su
Magestad lo disimula, deve pasar por él lo que por todos". Esta
política de impulso cultural convertirá a Felipe en el principal
mecenas de Europa. A lo largo de sus viajes modelará sus aficiones
estéticas aunque será la pintura una de sus actividades favoritas,
intentando pintar durante algún tiempo. Su pintor favorito sería
Tiziano, al que encargó numerosas pinturas tanto de carácter mitológico
- las famosas Poesías cuya Danae guarda el Museo del Prado - o
religioso, apreciándose un cambio de tendencias a partir de 1560 cuando
la mayoría de los lienzos de temática sacra serán exhibidos
públicamente. El retratista Antonis Mor, los escultores italianos
Pompeio y Leone Leoni o los manieristas italianos Cambiaso, Zuccaro o
Tibaldi trabajarán intensamente en los proyectos artísticos de Felipe.
Otro de sus favoritos será el curioso pintor flamenco Jeronimus Bosch,
más conocido como El Bosco cuya importante colección se puede apreciar
en el Prado. Aunque tuvo preferencia por el arte flamenco e italiano no
despreció a los artistas peninsulares apoyando a los retratistas Alonso
Sánchez Coello y Juan Pantoja de la Cruz, sin olvidar el importante
papel de Juan Fernández de Navarrete, El Mudo, en la actividad
decorativa de El Escorial. En el momento del fallecimiento de Felipe
había unas 1150 pinturas importantes en El Escorial y unas 300 en el
Alcázar de Madrid. Pero el ejemplo más ilustrativo de la relación entre
mecenas y artista lo encontramos en la estrecha colaboración entre
Felipe y Juan de Herrera, el arquitecto que ocupó el principal papel en
el programa de construcción diseñado por el monarca. El matrimonio con
Isabel de Valois también contribuyó a favorecer la vida cultural en la
corte gracias a su afición por la música, las escenificaciones y el
arte, extendiendo su patrocinio personal sobre Sánchez Coello y la
italiana Sofonisba Angusciola. El papel de las hermanas de Felipe en
esta política de mecenazgo tampoco es despreciable, siendo la infanta
Juana la promotora de la construcción del convento de las Descalzas
Reales de Madrid donde se desarrollará una corte cultural paralela. LA VIDA PRIVADA DE FELIPE II - 3 .
FELIPE II . Siguiendo
la rigurosa etiqueta borgoñona impuesta en la Corte por Carlos I,
Felipe comía siempre solo, compartiendo en escasas ocasiones la mesa
con sus hijos o la reina. Cada cierto tiempo la comida era pública,
pudiendo contemplar los súbditos la alimentación de su monarca. El rey
hacía dos comidas al día: almuerzo y cena pero su dieta era casi igual
en ambas: pollo frito, perdiz o paloma, pollo asado, tajada de venado,
... Apenas consumía pescado, excepto el Viernes Santo, ya que tenía
bula del papa que le permitía incluso comer carne los viernes, aunque
de una sola clase. Eso sí, cuando comía lo que para lo demás estaba
prohibido lo hacía en un lugar privado, con el fin de no dar mal
ejemplo. En general; comía frugalmente. Debido a la dieta abundante en
carne y escasa en frutas y verduras - aunque estaban presentes - no nos
sorprende que sufriera de estreñimiento, teniendo que administrarle
frecuentemente importantes dosis de vomitivos y enemas. La mayor parte
de su vida manifestó un aspecto enfermizo, resaltado por su cutis
pálido y el pelo rubio que le daban un aspecto casi albino. Junto a las
hemorroides y dolores de estómago, sufrió de asma, artritis, gota,
cálculos biliares y malaria, sin olvidar que padecía de sífilis
congénita que provocaba continuos dolores de cabeza. La gota, cuyo
primer ataque sufrió a los 36 años, hizo que los últimos 20 años de su
vida apenas se pudiera mover, construyéndose a tal efecto una silla
especial. El delicado estado de salud del rey le hacía depender mucho
de los médicos aunque no confiaba en ninguno de ellos; tampoco recurría
a remedios de curanderos. El recurso para estar saludable era simple:
"buen recogimiento y tener un poco de cuenta la salud". Su idea de
ejercicio era caminar y respirar mucho aire fresco por lo que no andaba
muy desencaminado con las tendencias actuales. Sus
grandes pasiones serán la caza, los libros, las colecciones y las
mujeres. A cazar dedicó largas horas desde su juventud, especialmente
en los alrededores de Madrid: la Casa de Campo y El Pardo. Respecto a
los libros consiguió reunir una gran biblioteca en la que se encuentran
desde libros de teología hasta tratados científicos. La joya de El
Escorial sería la. biblioteca, formada por un núcleo original de 4.000
volúmenes regalados por Felipe en 1575, convenciendo a prelados y
nobles para que siguieran su ejemplo, a la vez que envió a un buen
número de agentes por Europa a la búsqueda de ediciones raras. La
biblioteca no estaba considerada como un mero depósito de libros sino
que debía tener lectores, por lo que se hizo pública. La manía
coleccionista de Felipe no tenía límites; poseía más de 5.000 monedas y
medallas, joyas y obras de arte en plata y oro, 137 astrolabios y
relojes, instrumentos musicales, piedras preciosas y 113 estatuas de
personajes célebres en bronce y mármol. Era propietario de una gran
colección de armas y armaduras que depositó en la Armería de Palacio,
donde hoy se pueden contemplar en buen número. Las colecciones privadas
de Felipe fueron valoradas a su muerte en 1598 en bastante más de 7
millones de ducados, cuando la joya arquitectónica que promovió, El
Escorial, había costado cinco millones y medio. Las reliquias serán
otra de sus pasiones, incluyendo al final de su vida en su colección
más de 7.000, entre las que destacan diez cuerpos enteros, 144 cabezas,
306 brazos y piernas, miles de huesos de diversas partes de santos
cuerpos, así como cabellos de Cristo y la Virgen, fragmentos de la
auténtica cruz y de la corona de espinas, traídos en su mayoría de
Alemania. Cada una de estas piezas iba dentro de un costoso relicario
de plata por lo que el aspecto no era tan macabro como se supone.
Tampoco es despreciable su enorme colección de cuernos de animales que
puede haber estado vinculada a su supuesto valor medicinal. Y es que
Felipe deseaba saber, de ahí su interés por todos los aspectos del
arte, la ciencia y la cultura, fascinándole la alquimia y la magia,
recurriendo en algunos momentos a consejeros de astrología,
inquietándole conocer el significado de los cometas, eclipses y otros
fenómenos raros, a la vez que consultaba los horóscopos. Dentro
de su gran afición por el entretenimiento, la música y el baile cuentan
también entre sus aficiones favoritas, sin olvidar la pasión por los
ritos de caballería, justas y torneos en los que participó activamente.
Durante su adolescencia contó con un preceptor musical, aprendiendo a
tocar algún instrumento, a la vez que participaba en todos los bailes
que se celebraban en la Corte, siendo un gran amante de la juerga
nocturna y la diversión. No había fiesta que se preciara que no contara
con su presencia, participando en numerosos actos como los carnavales o
las romerías populares. Sin embargo, no era muy aficionado al teatro,
aunque en 1587 se autorizara a las mujeres actuar en los escenarios
madrileños gracias a una iniciativa suya. De esto debemos deducir que
la corte de Madrid no era lo lúgubre como la pintan algunos
especialistas. Sin embargo, le gustaba más prestar la atención que el
dinero; dicen que su sentido económico rayaba en la tacañería y dejaba
de cubrir puestos de relevancia en la corte solo para ahorrarse los
sueldos. Los
viajes serán frecuentes a lo largo de su reinado, aunque no tendrá el
mismo espíritu aventurero que su padre. En su juventud realizó varios
viajes a Italia, Flandes, Inglaterra y Alemania, empapándose del
espíritu europeista que caracteriza a Carlos. Sin embargo, tras
instalarse en la Península Ibérica en 1559 nunca volverá a salir de
ella, viviendo durante una larga temporada en Portugal - dos años y
cuatro meses - tras tomar posesión del trono del país vecino en 1580,
sin olvidar los casi continuos y obligados viajes al reino de Aragón
para participar en las reuniones de Cortes - tres años en total -,
sintiendo una admiración especial hacia los habitantes de estos reinos.
La imagen de un rey enclaustrado pertenece a la leyenda. Pero sus
viajes más frecuentes eran en los alrededores de Madrid: El Pardo,
Rivasvaciamadrid, El Escorial, Torrelodones, La Fuenfría, Aranjuez,
..., embarcándose en un amplio programa de construcción de residencias
reales en los alrededores de la capital que dieron trabajo durante
décadas a miles de operarios, siendo su mayor empresa cultural la
construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, participando
en la elaboración de los planos junto a Juan Bautista de Toledo y Juan
de Herrera, acercándose continuamente a inspeccionar los trabajos. La
construcción de esta maravilla artística se prolongó entre 1562 y 1595,
momento en el que se consagró la basílica. Cuatro nobles japoneses que
llegaron a España en 1584 expresaron su admiración ante "una cosa tan
magnífica cual hasta agora no hemos visto ni pensamos ver". Otra de
sus más grandes aficiones serán los jardines, hasta el punto de
considerar a Felipe como el primer rey ecologista. Durante su viaje a
Flandes admiró las estructuras de los amplios jardines a la francesa,
trayendo la idea a la península; incluso mandó llamar a jardineros
flamencos e italianos para que diseñaran los jardines palaciegos, ya
que los jardineros españoles eran más aficionados al árbol frutal que
al decorativo. Como bien dice Henry Kamen "fácilmente accesibles desde
la capital, ofrecían un remanso de paz en el que podía refugiarse de
las obligaciones administrativas". El estado de los bosques también fue
su preocupación, interesándose por la conservación de los montes y
manifestando en 1582: "temo que los que viniesen después de nosotros
han de tener mucha queja de que se los dejemos consumidos y plegue a
Dios que no lo veamos en nuestros días". Su amor por la naturaleza le
llevó a insistir regularmente, tanto a sus hijos como a sus ministros,
que debían tomar más aire fresco a menudo. También debemos considerar
el interés del rey por la medicina y las plantas medicinales,
estableciéndose farmacias reales en Madrid y en San Lorenzo. Poseía
Felipe un buen juicio y una memoria afortunada, pero tenía un grave
defecto que anulaba dichas cualidades: no era capaz de tomar soluciones
rápidas. Todas las decisiones fueron consultadas a sus asesores, por
insignificantes que fueran, sintiéndose siempre agobiado de trabajo.
Felipe hubiera sido el hombre más feliz del mundo con un ordenador
personal en el que hubiera archivado todos los papeles, informes y
documentos que se acumulaban sobre su mesa, informes que eran leídos,
cuando él no podía por motivos de salud, por su hija Isabel Clara
Eugenia, y contestados, con notas marginales de su puño y letra. De ahí
la imagen de Felipe II como un rey papeleta, gobernando sus territorios
como una araña que dirige su tela desde el centro. Como tenía que
meditar tanto, las resoluciones se dilataban hasta el punto de llegar
demasiado tarde en ocasiones lo que no debemos culpar en su totalidad
al rey ya que las comunicaciones no eran tan rápidas como en la
actualidad. Cuando recibía malas noticias se ponía enfermo y sufría de
diarreas, por lo que retrasaba las decisiones alegando dolores de
cabeza y malestar. El
fanatismo religioso de Felipe será uno de sus aspectos más aireados. "
Se sabe que gastaba entre días y noches (...) casi cinco horas de -
oración - mental y vocal con el tiempo que oía misa y los oficios
divinos. (...) Se entraba después de cenar y después de comer en el
oratorio (...) y, con estar cerrada la puerta, oían algunas veces los
golpes que se daba en los pechos". Asistía a misa diariamente,
comulgando varias veces al año, mostrando siempre públicamente su
respeto por la Iglesia. Su mayor preocupación será el mantenimiento de
la pureza de la Religión Católica, convirtiéndose en el paladín de la
Cristiandad, aunque debemos advertir una buena dosis de razón política
en esta faceta, ya que a través del catolicismo mantuvo siempre unidos
sus estados a excepción de los Países Bajos. Sin embargo, la
intransigencia de su fe, le llevaron en ocasiones al fanatismo y la
intolerancia, como cualquier monarca del siglo XVI, apoyando en todo
momento la labor de Inquisición y asistiendo a los autos de fe.
Conocedor de la división política que había supuesto el protestantismo
en el Imperio Alemán, Felipe se manifestó intransigente en el aspecto
religioso con el fin de no perder sus posesiones territoriales y no
repetir el fracaso vivido por su padre. La
intransigencia que manifestó el rey en algunos aspectos de su vida
choca con la ternura, el cariño y el amor con el que trató a sus hijos,
especialmente a Catalina y a Isabel, como ponen de manifiesto las
numerosas cartas que les escribió donde se nos muestra a un hombre
entrañable y preocupado por el futuro de sus hijas y nietos. El recto
equilibrio entre trabajo y familia fue algo que Felipe observó
escrupulosamente, sin descuidar en ningún momento una cosa por la otra.
Después de horas y días de papeleos, anhelaba salir para relajarse con
su familia, aunque sólo fuera un rato. Hacia su pueblo, Felipe sintió
un profundo interés aunque tenía escaso contacto con él, ya que odiaba
las multitudes; consideraba adecuado mostrarse accesible los días
festivos, comiendo "en público" cuando le era posible e imponiendo la
regla de ser accesible a las peticiones particulares en el camino de
ida y vuelta a misa dominical. Pero este contacto con el pueblo debía
ir parejo a la garantía de su seguridad personal, ya que en Lisboa, en
1581, se produjo un atentado fallido contra la vida del rey, tomándose
a partir de esa fecha mayores precauciones. A medida
que iba avanzando en edad, la salud de Felipe se fue deteriorando. Los
ataques de gota se repetían con mayor frecuencia y llegó un momento en
el que no podía ni firmar debido a su artrosis en la mano derecha.
Antes de cumplir los 70 años no podía mantenerse ni de pie ni sentado y
viajar le resultaba tremendamente doloroso. A finales del mes de julio
de 1598 Felipe sufrió unas fiebres tercianas de las que mejoró un poco
a los 7 días, después aparecieron unos accesos en la rodilla y en el
muslo derecho, practicándose la apertura de los tumores para extraer el
humor que contenían, una vez "estaban maduros". Cuatro accesos más
aparecieron en el pecho, corriendo la misma suerte que los anteriores.
Pronto se le declaró una hidropesía que le produjo inflamación en las
piernas, los muslos y el vientre. El resto del cuerpo sólo era pellejo
y huesos. Durante toda la enfermedad el rey tuvo que estar postrado en
la cama, sufriendo dolores tan intensos que no se le podía mover,
tocar, lavar o cambiar de ropa, de tal forma que evacuaba en el lecho y
su cuerpo estaba lleno de deyecciones, pus y parásitos, lo que hacía
sufrir más al pobre enfermo que siempre había sido muy meticuloso con
la limpieza. La fiebre no le abandonó y padeció durante la larga
enfermedad de una insaciable sed. Su
fortaleza era increíble, utilizando su fe para sacar fuerzas de
flaqueza. Su habitación estaba llena de pared a pared de imágenes
religiosas y crucifijos. Regularmente rociaba agua bendita sobre su
cuerpo. Comulgó por última vez el 8 de septiembre, ya que los médicos
se lo prohibieron a partir de ese momento por miedo a ahogarse al
tragar la hostia. Al no poder sostener un libro contaba con lectores
que le hacían sus últimos días más agradables. Diez días antes de morir
entró en una crisis que le duró cinco días. Cuando volvió en sí, hizo
entrar en su cámara a la infanta Isabel, a quien dio el anillo de su
madre recomendándole que nunca se separara de él, y a Felipe, el
heredero de la Corona, haciéndole entrega de un legajo con las
instrucciones sobre los asuntos de gobierno. A las cinco de la
madrugada del domingo 13 de septiembre de 1598 fallecía en El Escorial
el monarca más poderoso de la tierra, aquel en el que sus dominios
nunca se pone el sol. Tenía 71 años y su agonía duró 53 días. Como
bien dice Fernando Checa: "Felipe II no era ni puritano ni abominable
(...) Lo que pretendió fue, a través de su mecenazgo, cristianizar la
antigüedad clásica, tomar su legado profano y, sin despreciarlo,
amoldarlo a los nuevos tiempos". MONASTERIO DEL ESCORIAL |
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